Jueves de "Invitados"...

Otro jueves de invitados -hoy desde un lugar en el que no precisamente planeé estar- Y festejando la integración de un nuevo colaborador, quien me ha provocado una enorme sonrisa mientras iba leyendo lo que me envío.

Me remonté a mi infancia, me hizo añorar aquellos años, incluidos los que siguieron a mi infancia,  para inmediatamente después darme cuenta de que no hay que añorar los años pasados, ni esperar con ansía los venideros, sino que hay que vivir el hoy intensamente.

Y sin más preámbulo, aquí está la Locura del invitado de hoy…

“¿Y las dos horas de Sol?

Llevamos más de 14 horas con lluvia en la ciudad de México y estoy haciendo el plan para un pequeño viaje al lugar preferido por nosotros los chilangos para pasar un fin de semana: Acapulco. Y eso trajo a mi memoria uno de mis libros favoritos “Dos Horas de Sol” escrito por José Agustin.

Para mi Padre, el ir a Acapulco era un acto prácticamente religioso que tenía que cumplirse una o dos veces al año, en ese tiempo me motivaba el pensar en la arena y las aventuras que viviría con todos mis autitos de juguete que llenaban el baúl del auto.

Cuando llegó el momento de la independencia, era seguramente el auto de algún amigo el que teníamos que llenar de cervezas, bronceadores y pilas para una grabadora que nos acompañaría en las tardes de resaca al lado de la playa.  La ilusión entonces era ligar (levantar), a cuanta rubia (original o pirata) se pudiera, cosa que en la mayoría de los casos no lográbamos. Pero si alguien tenía la suerte de conquistar los encantos de alguna “chica Yoli”, la anécdota sería guardada y presumida como un tesoro por los siguientes meses.

Después, no podía faltar la etapa del romanticismo, en aquel momento donde la media naranja aparece y Acapulco nuevamente se convierte en testigo de los tiempos donde todo es ilusión y buenaventura. En ese tiempo acompañaba a mi viaje una botella de vino, una selección de ropa prevista con semanas de anticipación y un dolor de estomago por llevar una dieta rigurosa las tres anteriores semanas.

Ahora, mi niño llenará el baúl del auto con sus juguetes, estoy pensando que debo evitar mirar los bikinis que se acerquen al lugar donde esté, no tengo idea de que ropa me llevaré, he subido dos kilos en las últimas tres semanas y finalmente las cervezas y el vino no van porque podría ser juzgado de tener tendencias alcohólicas. Me acompaña ahora mi laptop por si alguna emergencia se presenta en el trabajo y un libro que trato de terminar desde hace meses y que espero concluir en mi viaje.

Sin embargo, lo que me motiva ahora es pensar en la sonrisa de mi niño cuando juegue en la arena como Yo lo hice en algún momento; el saber que tendré tiempo de platicar y estar con mi Bebe (así llamo a mi esposa) y el tener la certeza que unos días respirando en un lugar diferente me revitalizará para continuar en la búsqueda de mis objetivos.

Lo que quiero decir es que el lugar puede ser el mismo, y solo cambia la percepción del entorno dependiendo de la etapa en la que nos encontremos. Lo importante es poder disfrutar cada una de estas etapas al máximo, porque seguro la siguiente será diferente. Hoy parto feliz a compartir con mi familia y con el baúl del auto lleno de juguetes que ahora no son míos, esperando que las nubes se vayan y que pueda disfrutar de algo más de “dos horas de sol”.

TERMINOS USADOS:

Chilango: persona que habita en la ciudad de México. (Tiene muchas connotaciones, pero estoy utilizando el término en este sentido)

Grabadora: reproductor de música portable que usualmente reproducía casetes analógicos de 60 minutos de duración. (No confundir con el iPod)

Yoli: Refresco (gaseosa) de sabor limón que solo puedes conseguir en Acapulco.

Chica Yoli: Chilanga de alto estatus social y grandes principios morales, que solo en Acapulco te dirigía la palabra (o más), seguramente bajo los efectos del alcohol.”

Sigo con una enorme sonrisa en mi cara, recordando esas horas de sol, muchas acompañadas de un buen par de lentes obscuros para que ayudaran –cosa casi imposible- a ocultar las señales de la batalla de la noche anterior provocadas por el consumo excesivo de “Yoli”…=)

Y no puedo sacar de mi mente la colección de autitos que llevaba en el baúl, mis juguetes, esos que he olvidado por las presiones diarias y el incremento de responsabilidades y que nunca debí de haber abandonado.

¿Por qué no llenamos otra vez nuestros baúles de autitos? Hagámoslo y cada vez que una presión nos arrincone, saquemos uno de ellos en nuestras mentes y  vivamos nuestras dos horas de sol todos los días; aunque solo duren unos minutos en realidad.

Por cierto, ¿Ya sabían que algunos aviones tienen servicio de Wi-Fi? Felicidades; nos hacen la vida más fácil (o complicada) a muchos.