¿Un ser humano en una bolsita cuyo contenido es efervescente?
La idea de por sí sola es completamente desagradable, y mira que lo digo yo en un miércoles de locuras extremas y en este espacio donde pareciera difícil encontrar una frase desagradable.
Y tengo que dolorosamente aceptar que en ESO nos estamos convirtiendo, si bien el uso de los “GADGETS” más modernos o de moda, nos han permitido –según algunos estudiosos del tema- ser más productivos, acelerar las comunicaciones o simplemente poder localizar a quien deseamos prácticamente en donde estemos; también nos han convertido en “Seres Sociales Instantáneos”.
Si nada más nos hace falta la bolsita, pero a falta de la misma tenemos a la mano un iPhone o un BlackBerry y es ahí donde comenzamos a hacer efervescencia.
Increíble pensar que en estos días se llegue a considerar políticamente incorrecto pedir que no sea llevado a la mesa de juntas, de la cocina o del restaurante el ya tan afamado teléfono inteligente.
SMS, un “tweet” en tiempo real, registrar tu entrada en Foursquare, revisar la actualización del estatus de tus hijos en Facebook, tenemos que mencionar un mail con el apellido correcto en el que no puede esperar a ser leído –aunque este arruine la cena- o una llamada para informarte que te fue enviado un mail, un DM o que apareciste en la lista de “trendings” en Twitter… ¿qué tal?
Solo de escribirlo me agote, pues me imagine a mí mismo haciendo todo eso junto y no me gusto lo que me imagine. No les puedo mentir, lo he hecho y muchas veces: digamos que soy lo que se conoce como un “Early Adopter” en el mundo de los vendedores de bolsitas para “Seres Socialmente Instantáneos” y a veces me es muy difícil resistir la tentación.
Hemos perdido la capacidad de poder tener una plática fluida, sin interrupciones, pero sobre todo sin correcciones. En el mes de septiembre, se publicó un artículo sobre el fenómeno en Harvard Business Review donde dieron un ejemplo que fue clarísimo para mí; ante la increíble historia que relataba un ejecutivo sobre como por error le asignaron la suite presidencial en un hotel Four Seasons y que está tenía 3000 pies cuadrados de superficie. Este fue corregido por un subordinado que a través de su teléfono móvil verifico que la suite mide solo 2900 pies cuadrados.
¿Qué paso con lo que teníamos en la cabeza?
100, 200 ó 1500 pies cuadrados de diferencia, que importan, a él le parecieron 3000 y sin conocerlo puedo asegurar que no la midió.
Así que si bien es cierto que su jef@ enloquecerá si no atienden un mail, una llamada o un SMS de manera inmediata durante la hora de la comida o en los fines de semana, tal vez sea hora de dejarlos enloquecer un poco y recuperar esa vida social real, que tantas y tantas satisfacciones nos ha dado –al menos a mis contemporáneos y a mi- y no dejemos que la escena de la familia sentada a la mesa, se vea invadida por este montón de “GADGETS” tan útiles, pero tan intrusivos.
Bueno, me despido no sin antes amenazarlos con que nos leemos mañana jueves, en donde espero poder en verdad contar con algún invitado y no ser sólo yo quien los torturé.
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