Escribir locuras cuando estás más cuerdo que nunca, es lo más complicado de esta incipiente vida epistolar y es a ello a lo que me enfrento en este momento.
Desde las pérdidas recientes -algunos dirían que ganancias- simplemente porque así les parece o porque no entienden lo que estas pérdidas han significado para mi; hasta las muchas e incontables horas dedicadas a la reflexión y al análisis de los hechos, es que han transcurrido mis últimos días o semanas y ya algunos meses.
Y es que durante estás muchas horas de reflexión que tuve la oportunidad de tener, algunas montado en mi bicicleta, otras corriendo a pie por distancias que para la mayoría de los mortales parecen absurdas, pero que a mi me llevaron a lugares de introspección profunda y re-encuentro, es que descubrí a mi Elefante Escondido.
La mayoría de mis lectores han ido a un circo -cuando todavía había animales en ellos- y es en esas visitas ya sea como padres que llevan a sus hijos al espectáculo o como hijos que son llevados por sus padres que nos hemos podido maravillar con la capacidad que tiene un hombre, digamos común y corriente, para controlar a un animal salvaje que pesa varias toneladas.
Se imaginan si ese animal decidiera -cosa que no puede- que se debe de dar a la fuga, sería tan fácil para el destrozar todo lo que hay a su alrededor y salir de esa carpa endeble en donde lo obligan a hacer trucos desafiando la gravedad y sus propias condiciones físicas, claro considerando la masacre que dejaría a su paso al hacerlo. ¿ya lo imaginaron?
Pocas son las ocasiones en que algo así ha pasado en la historia del espectáculo circense, por lo que ese elefante no se ha presentado como un peligro permanente... sin embargo ahí está y eso nadie lo puede negar, mucho menos cuando descubres que hay uno escondido dentro de ti.
¿Saben cómo lograron que ese enorme animal no embistiera para lograr su fuga?
Comencemos por entender que ese animal está acostumbrado a vivir en manada, bajo un esquema de jerarquías y protección muy claras, desde el macho alfa hasta la madre protectora de sus crías y es aquí en donde comienza el problema.
Cuando un elefante nace en cautiverio y es entrenado para un espectáculo circense, este es encadenado de una de sus patas, con poca distancia para moverse, teniendo a su madre a pocos metros de él, cada vez que intenta acercarse a ella, siente el control -dolor- que le causa dicho grillete y así transcurren sus primeros años de vida. Esto genera un acto de condicionamiento profundo, sabe que es libre, se sabe fuerte, sin embargo no es capaz de liberarse de sus ataduras pues cuando era pequeño así lo aprendió, y se han de preguntar: ¿En donde está ese grillete cuando son adultos?
Ahí, en su pata trasera, si hacemos memoria, podemos recordar que casi todos los elefantes de circo tienen un lazo amarrado en la pata... ya no es de acero ni siquiera corta su piel y la hace sangrar, pero ahí esta el lazo que condiciona su comportamiento.
Está libre de ataduras, sin embargo ahí están -en su mente- dichas ataduras, que lo hacen balancearse de un lado al otro, temiendo que si avanza sentirá el rigor del acero sobre su piel y comenzará a sangrar como seguramente lo hizo por muchos días en su juventud.
Y como ya me conocen, seguramente ya muchos adivinaron a donde voy... pues descubrí a mi Elefante Escondido.
Ese que ha condicionado mis actos y mi capacidad a lo que creo que puedo hacer y no a lo que realmente puedo hacer, desde el hecho del temor profundo a la pérdida de un ser amado o simplemente a crear apegos absurdos y materialistas.
Mi Elefante Escondido me llevo a tolerar dolores absurdos -no físicos- pero dolores al fin y como el dolor causa enojo y el enojo causa ira, pues ya sabrán el resultado.
Desde la elección de nuestra pareja, nuestros amigos, nuestros trabajos y todas y cada una de las decisiones que tomamos, están condicionadas por ese Elefante Escondido que la mayoría de los seres humanos llevamos dentro.
Ese fenómeno nos obliga a aceptar un maltrato como la única forma de caricia que conocemos, somos motivados por los factores negativos de nuestro entorno, sin darnos cuenta que la ausencia de dicho factor nos causa desequilibrio y frustración.
Tengo que decir que cuando encontré a mi Elefante Escondido me di cuenta que por muchos años reaccione a caricias negativas, al condicionamiento de las mismas y a la absurda y estúpida necesidad de recibirlas.
Pero la sorpresa es que se puede descubrir ese "animal" dentro de nosotros y si bien el proceso de hacerlo es muy doloroso, es de esa forma que podemos comenzar a ser libres, libres en todos los aspectos de tu vida. Hace algunos días leía a Carina Negrete en sus Vicisitudes Cotidianas y otras Titiringas y nos dijo que NO. Dijo que era importante decir que NO y coincido con ella, sin embargo también es importante saber decir que SI, decirnos a nosotros mismo que SI.
Decir que SI no es complaciente, es la obligación que tenemos de comenzar a vivir de forma positiva, basta de decir que NO; esa es solo la mitad de la solución, debemos de aprender a decir que SI, SI, sí me lo merezco y por que me lo merezco es que lo tomo o lo busco. No somos medias personas, no podemos decir que NO sin antes haber aprendido a decir que SI.
Si, ya encontré a mi Elefante Escondido y estoy trabajando en liberarlo, no es un proceso de un día, tal vez de hecho, sea un proceso de toda una vida y mientras más temprano lo descubramos, más rápido viviremos en armonía.
Así que Locos y Locas lector@s de Las Locuras, ¿porqué no buscamos cada uno al Elefante Escondido y le enseñamos trucos nuevos? Por ejemplo, a decir que SI.