Tengo que exponer mi desencanto con los muchos – la verdad no tantos – invitados que no han enviado sus colaboraciones, pero qué puedo yo decir al respecto, si mi no poco complicada agenda me ha dejado sin los minutos necesarios para escribir dos días durante esta semana.
Una vez aclarado, que otra vez no llego el invitado o invitada del día de hoy, pienso que me voy a meter en camisa de 11 varas. Pues el tema que quiero compartir con ustedes resulta ser tan polémico como la religión o la política. Y se trata de la libertad de elección en cuanto a preferencias sexuales se trata.
Durante ya varios años he tenido la oportunidad de compartir retos profesionales y personales con personas que tienen un lugar especial en esos dos ámbitos. Meses y en algunas ocasiones años después me he enterado que son homosexuales.
¿Eso ha cambiando mi forma de verlos o tratarlos? NO
Y no debería de ser razón para discriminar, si bien existen corrientes religiosas y sociales que condenan el homosexualismo duramente, también es cierto que esas mismas condenas se veían respecto del color de piel o la raza y esto ha venido cambiando, tristemente no en todas las latitudes.
Y ese es el meollo del asunto, ¿porqué somos racistas? Y defino racismo como el desprecio o menosprecio de aquellas personas que con diferencias en el color de la piel, su raza o nacionalidad, su preferencia sexual o simplemente su estatus social son relegadas en oportunidades de empleo, acceso a lugares públicos o el desprecio a su sola presencia.
La respuesta es miedo, miedo a lo diferente, miedo a lo desconocido. Y por muy absurdo que esto parezca, ese miedo hace que reaccionemos negativamente en lugar de basar nuestras reacciones en el respeto. Respeto a las diferencias, naturales o por elección, libre elección que está claramente definida en más de una corriente religiosa como el libre albedrío; como la opción de elegir lo que cada uno quiere para sí en todos los ámbitos de nuestra vida.
Claro está que los excesos en esas elecciones, provocan violaciones a las leyes o a la intimidad de nuestros similares. Y esos siempre deberían de ser evitados o condenados.
Es por ello que los invito a reflexionar sobre el respeto que exigimos a nuestra individualidad y que tanto de ese respeto damos a aquellos diferentes a nosotros.
Vale recordar que el respeto y la tolerancia a las diferencias son las claves para una sana convivencia.
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